Martín Martínez Sáenz
de Jubera y José María González Perujo.
Fontes Linguae Vasconum-studia et documenta. Septiembre-Diciembre
1998. Año XXX-N. 79. Separata.
A José María San Sebastian "Latxaga"
La
presencia de la lengua vasca en La Rioja ha dado lugar a un debate
historiográfico al que queremos añadir nuestra modesta
aportación, centrando el contexto histórico-lingüístico
y presentando un original conjunto de nombres inscritos en un
grupo de estelas de época romana recogidas en las publicaciones
del profesor Urbano Espinosa Ruiz.
1. ESTADO DE LA CUESTION.
1.1. Testimonios de la presencia del euskera en La Rioja.
1.1.1. Toponimia
- En La Rioja la mayor densidad de toponimia euskérica
se encuentra en la zona que fue menos romanizada, la Sierra de
la Demanda (Rioja-Burgos). Dentro de ella es más abundante
en las cabeceras de sus ríos, más en los que no
tienen salida natural por su curso alto (Oja, Arlanzón
y Tirón) que en los que sí la tienen (Arlanza y
Najerilla).
- En ningún lugar de La Rioja resulta extraña la
toponimia de clara resonancia vasca, pero está especialmente
representada en las sierras meridionales donde hoy sabemos que,
prácticamente, todo el conjunto de grandes montañas,
desde La Rioja Alta a la Baja, tiene nombres de tipo euskérico:
Sierra de Arandio-Arandia (1)
(La Demanda), Sierra de Urbión, Sierra de Hormazabal (2),
Sierra de Alaiz (3) (La
Hez), Sierra de Achena, Sierra de Urguilla, Peña Isasa,...
situación que se repite entre los grandes ríos que
nacen en estas sierras: Leza, Jubera, Oja (4),
Iregua (5), Arlanza, Arlanzón,
Oca.
- Gracias al avance de la investigación podemos contar
también con nuevos nombres de villas, extraídas
de diferentes archivos, todas fuera del Oja-Tirón: Bagibel-Baibel,
Larraga, Urreci, Barharamburu (6)...
1.1.2. Fuentes escritas y documentales
Con el fluir de los años han salido a la luz cada un mayor
número de documentos medievales que nos revelan cómo
entre los riojanos estuvo extendida la antroponimia y los tratamientos
personales vascos: Eita, amuña, ama, anderazo,...
Destacan especialmente las glosas Emilianenses, los textos más
antiguos en romance y en euskera, que datan del siglo X. El texto
romance es tan claro indicador de la condición de vascofóno
del amanuense como las propias glosas vascas. Menéndez
Pidal atribuyó un origen navarro al glosador, pero por
lo que hoy sabemos del romance riojano y del verbo vasco pudo
ser igualmente un navarro, un aragonés, o un riojano. Un
hecho clave fue el conocimiento, gracias a J.B.Merino
Urrutia (7), de
la existencia del fuero de Ojacastro (s.XIII); éste demostraba
no sólo la presencia de gentes de habla vasca en el alto
valle del Oja, sino también la vitalidad de dicha lengua
varios siglos despúes de su hipotética llegada y
la existencia en esas fechas de un núcleo importante de
gentes monolingües vascas que hacen necesaria dicha ley (8).
Berceo, el primer poeta en lengua romance, ilustra en el siglo
XIII su obra con palabras y expresiones directamente traducidas
de la lengua vasca (9).
Este conjunto de fuentes documentales y literarias nos ofrece
voces y rasgos fonéticos y lingüísticos que
sólo se explican por una gran influencia del euskera.
Un testimonio indirecto de la presencia del euskera en la sierra
riojana, ha sido expuesto por A. Llorente, al hablar de la colonización
de la Extremadura Castellana, por gentes de allí provenientes,
que portaban una onomástica y una toponimia euskéricas
en un grado nada habitual fuera de las zonas vascófonas
(10).
1.1.3. Estudios filológicos.
La evolución y particularidades lingüísticas
de La Rioja han sido estudiadas en obraqs de carácter general
por autores como R. Menéndez Pidal (11)
y M. Alvar (12),
entre otros. También contamos los trabajos y recopilaciones
sobre la lengua vasca en La Rioja en las obras de L. Michelena
(13), M.T. Echenique (14)
y A. Irigoyen (15)...
Entre los trabajos regionales podemos destacar la obra Vocabulario
riojano de C. Goicoechea publicada
en 1961. Allí se constata que en nuestro habla riojana
actual sobreviven multitud de palabras provenientes del euskera.
En otros trabajos se refleja que La Rioja pertenece al dominio
lingüístico vasco.
1.2. Debate historiográfico
Podemos distinguir tres periodos entre los autores que
han opinado sobre el origen y antigüedad de la lengua vasca
en La Rioja. Reseñamos brevemente las principales ideas.
Origen en la repoblación medieval.
El historiador C.Sánchez Albornoz (16)
supuso que La Rioja Alta, en el momento de su reconquista (923),
estaba despoblada y que el reino de Pamplona favoreció
una repoblación con gente vascófona.
Emilio Alarcos (17) interpretó
que el sufijo -uri, que aparece en los topónimos de la
cuenca baja del Oja-Tirón, era una evidencia de la llegada
de repobladores del área alavesa, ya que en algunos casos
va unido a un nombre propio: Herramélluri, Ochánduri,
Semenuri...
La opinión más extendida entre los autores era que
La Rioja, en su totalidad, se romanizó muy pronto y que,
de haber subsistido un idioma prerromano, éste debería
haber sido céltico. Todo ello basado en que Estrabón
afirmó que los Berones proceden de la emigración
céltica (18). Este
ha sido el argumento más contundente que a lo largo del
tiempo se ha utilizado para negar la antigüedad de la lengua
vasca en La Rioja (19).
Origen en la Antigüedad Tardía.
Para L. Michelena (20)
una repoblación debería fecharse mucho antes del
siglo X, tal vez en tiempos de los godos (siglos V yVIII), en
acogidad a un supuesto exceso de población en el País
Vasco que pudo durar siglos.
Origen prerromano.
J.B. Merino Urrutia (21)
defendió la existencia de la lengua vasca en La Rioja desde
época prerromana ya que la toponimia vasca se concentra
en el más elevado sistema montañoso del centro-norte
peninsular (la Sierra de la Demanda), y no encontraba razón
histórica alguna para que se hubiese despoblado en algún
momento. Como respuesta a E. Alarcos en relación a los
sufijos -uri, indicó que la situación de éstos
se reduce a la desembocadura del Oja-Tirón, no encontrándose
ni en el interior de la Sierra, ni en sus proximidades.
M. Alvar (22) consideró
que Berones y Autrigones debieron de hablar lenguas protovascas.
J. Caro Baroja (23) se
mostró también a favor de la continuidad de la lengua
vasca, desde la época de los autrigones, en un área
situada entre el Cantábrico y La Demanda. De esta misma
opinión fue A. Tovar (24).
Para ambos los toponimos con el sufijo -uri, en La Rioja, indican
que la población de esa zona habló eusker desde
la época prerromana.
2. MARCO HISTORICO: INDIGENISMO Y ROMANIDAD EN LA RIOJA
Los restos humanos más antiguos encontrados en La Rioja
datan de la glaciación de Riss, hace unos 200.000 años.
Sin embargo poco más sabemos de estos pobladores pre-indoeuropeos,
aunque la lógica histórica nos invita a no identificar
escasez de información con un "vacio demográfico".
Hasta el 900 a.C. los celtas, un pueblo indoeuropeo, penetran
a través del Pirineo Occidental; su asentamiento, con predilección
por las zonas más fértiles (25),
inaugura la cultura del Hierro en la Peninsula. La situación
del actual espacio riojano durante este momento protohistórico
es conocida mediante dos tipos de fuentes: los restos materiales
y los testimonios de geógrafos griegos y romanos.
Hasta ahora, La Rioja, a la luz de la arqueología, la epigrafía,
la numismática..., aparecía como un territorio profundamente
celtizado; situado similar a la atestiguada para zonas más
estudiadas como el País Vasco, Navarra y Aquitania. Hay
que recordar la imposibilidad de establecer una absoluta correspondencia
entre cultura material, grupo lingüístico o étnico
y unidad socio-política o tribu prerromana.
Las fuentes clásicas nos ofrecen un panorama bastante menos
homogéneo y no exento de contradicciones (26)
acerca de los pueblos prerromanos de La Rioja. Mientras Estrabón
(f. siglo I a.C.) considera a los Berones como Celtas y sitúa
a cántabros coniscos, celtíberos y vascones en sus
límites; para Ptolomeo (siglo II) los vecinos de los Berones
eran los Autrigones, Pelendones y Vascones; e incluso, las crónicas
de la conquista romana no mencionan a los vascones (27).
A partir del siglo II a.C., la conquista romana y las posteriores
vicisitudes de las guerras civiles republicanas afectaron simultáneamente
y de modo similar a Berones y Vascones. Así ambos pueblos
quedaron también encuadrados en la misma división
administrativa, el convento jurídico cesaragustano dentro
de la provincia Tarraconense.
Respecto a la propagación de la romanización en
La Rioja deseamos dejar claras dos ideas, extractadas de la obra
Historia de la ciudad de Logroño, tomo I, Logroño
1996, y que utilizaremos como argumentos en conclusiones posteriores:
a) No se trató de un proceso uniforme, hubo zonas donde
el sustrato indígena permaneció en gran parte inalterable.
b) La romanización se propagó en dos direcciones:
de este a oeste, remontando el valle del Ebro y desde el valle
hacia la sierra (28). Por
tanto, las zonas más elevadas y más occidentales
del paiseja riojano serán las que mejor conserven su personalida
autóctona frente a la aculturación romana.
Hemos querido reflejar con el mapa cómo una de las áreas
más extensas marginada por los grandes itinerarios romanos
fue el Sistema Ibérico riojano. Una sierra que sólo
estuvo articulada por caminos secundarios (29)
que recorren los valles más accesibles (Najerilla, Iregua,
Cidacos). Los topónimos con sufijos que evidencian una
organización romana del agro, tan frecuentes en el área
vasca (30), tampoco se
adentran en la sierra: Arenzana, Entrena, Treviana, Sorzano...
Si tenemos en cuenta que las ciudades fueron los principales focos
de difusión de la Romanidad, resulta muy significativo
que entre todas las ciudades que rodean al S. Ibérico existe
un área de entre 6.000 y 9.000 Km2, y 14 para los várdulos
con 3.000 Km2, etcétera (31).
Se puede apreciar el diferente ritmo del proceso municipalizador
en cada una de estas ciudades (32).
La antigua Calagurris es el principal foco de romanización
del área habiendo recibido la categoría jurídica
de municipio de derecho romano ya en el 30 a.C.; Turiasso (Tarazona)
lo recibió antes del cambio de era, y en la época
Tiberiana consiguirían el derecho latino Gracurris
(Alfaro) y Cascantum (Cascante). Esto evidencia la profunda romanización
de este espacio de La Rioja Baja y Ribera de Navarra.
En cambio, conforme avanzamos hacia el oeste la permanencia cultural
indígena es mucho mayor; así Vareia nunca llega
a ser considerado municipio y en él perviven testimonios
de onomástica indígena. Tan sólo en la época
Flavia, en el marco de una concesión del derecho latino
a otras muchas ciudades hispanas, Veleia, en Álava, por
ejemplo, lo adquiere Tritium y, gracias a la inmigración
de elementos subgálicos, se configura como una isla de
romanidad en un mar de indigenismo. Pero hasta en Tritium perviven
los elementos indígenas (33).
Es en Libia, que tiene como área de influencia todo el
valle del Oja, donde los elementos indígenas se van a conservar
con una mayor vitalidad y como nos apunta U.Espinosa: "Libia
en el extremo occidental de La Rioja es el mejor ejemplo de un
núcleo prerromano que se transformó lentamente a
lo largo de los tres primeros siglos de la Era y del que se puede
decir que fue más receptor que propagador de romanización"
(34).
3. LA APORTACIÓN DE LA ONOMASTICA
3.1. Introducción
La onomástica tiene una transcendencia fundamental para
conocer el complejo panorama lingüístico del mundo
prerromano. Basándonos en ella se ha modificado sustancialmente
la imagen que teníamos de la extensión del protovasco
en la antigüedad (35).
La onomástica antigua en La Rioja es escasa en comparación
con zonas limítrofes (Burgos, Álava o Navarra),
además de concentrarse fundamentalmente en el valle del
Ebro.
No aparecen antropónimos indígenas en Gracurris
y Calagurris pero según avanzamos hacia el oeste comienzaq
a aparecer en torno a Veria, menos en Tritium y, bastante más,
en Libia. En Tritium, como hemos visto, los elementos indígenas
están relacionados con sub-galos que vinieron a ella como
alfareros, y que plasmaron sus nombres en sus obras, por lo que
Tritium es una isla onomástica en el entorno riojano. Los
nombres indígenas de Vareia muestran ciertas relaciones
con Álava y Navarra (36).
En Libia y su entorno su onomástica indígena refleja
relaciones con la Meseta y con el mundo navarro-riojano o vascón
(37). En el Bronce de Ascoli
aparecen libenses, gentes del valle del Ebro, con nombres euskoibéricos
(Adinbels, Umarillum...).
En las sierras la situación varía de un valle a
otro, quizás debido al diferente interés que para
los arqueólogos ha suscitado cada uno de ellos: no tenemos
testimonios de la onomástica del Tirón (Rioja Burgalesa)
ni del Oja. En el Najerilla: dos testimonios en Canales, G.Ant
{...} Paternus y Seg{...}; en San Millán, Segontius.
Se deduce del cognomen Paternus la existencia de fuertes ecos
indígenas (38);
Segontius y Seg permite establecer su relación
concentración en Ocáriz (Álava)(39).
En la cuenca del Iregua perviven con fuerza los testimonios indígenas.
Aunque las condiciones de vida fueron mejores aquí que
en el resto de la Sierra (40),
lo que dio lugar a la aparición entre los siglos II y III
de una officina lapidaria que nos ofrece una onomástica
indoeuropea (un grupo de seis estelas).
Sin embargo, la mayor concentración de onomástica
indígena la encontramos en las sierras orientales, en los
valles de los ríos Leza, Jubera y en la Rioja Soriana (alto
Cidacos y Linares). Conjunto epigráfico que constituye
la principal fuente de este artículo. U. Espinosa propone
como explicación a la presencia de esta onomástica
la existencia de un nuevo pueblo no citado por las fuentes, que
ocupa esta zona en concreto sin traspasar la divisoria de aguas
(Ebro-Duero). Por lo tanto no todos los castros (de uno y otro
lado del Sistema Ibérico) pertenecerían al mismo
pueblo sino que son consecuencia de experiencias históricas
comunues a varios pueblos y de imperativos técnicos y defensivos.
Recuerda también que las fuentes clásicas sitúan
en el sistema Ibérico (Idoubédo Óro) los
límites entre la celtiberia ulterior y citerior y que el
límite entre el convento cluniense y el caesaragustano
se sitúa en esta misma cordillera.
Con esta onomástica queda descartado que la celtización
de La Rioja fuera total y se confirma la pervivencia de elementos
preindoeuropeos, contrariamente a lo que han venido manteniendo
muchos autores que han extrapolado el testimonio de Estrabón.
Si hubo un reducto resistente a la celtización en las sierras
orientales resultaría lógico que lo hubiese también
en La Demanda, mucho más imponente y aislada, y que nos
aparece como monolingüe en una lengua preindoeuropea (el
euskera) en su primera constatación en el siglo XIII (mucho
antes que en cualquier otro lugar, incluso en áreas todavía
hoy vascófonas).
3.2. La onomástica de las estelas.
4. PERVIVENCIA DE LAS LENGUAS EUSKÉRICAS EN ÁREAS
CELTIZADAS.
5. CONTINUIDAD DEL EUSKERA HASTA LA EDAD MEDIA.
6. CONCLUSIÓN.
El principal argumento por el que se descartó la presencia
antigua de la lengua vasca al sur del Ebro ha quedado profundamente
cuestionado; el sustrato preindoeuropeo no desapareció
de La Rioja y se ha constatado que las emigraciones célticas
afectaron a todos los pueblos euskaros.
Tanto por la temprana aparición de los testimonios euskéricos
en esta región, como por el modo y los lugares donde se
manifiestan, podemos llegar a la siguiente conclusión:
parece evidenciarse que una lengua o lenguas euskéricas
se vinieron hablando en La Rioja con razón de continuidad
desde la época prerromana hasta, al menos, el final de
la Edad Media.
LABURPENA.
RESUMEN
Comenzamos este artículo con un repaso a la presencia
del euskera en La Rioja y con la exposición de las diferentes
interpretaciones que de ella se han dado. Posteriormente, nos
centramos en los datos aportados por la onomástica de la
epigrafía antigua, estableciendo importantes relaciones
entre estos testimonios y los que nos aporta la onomástica
euskoaquitana.
Terminamos situando, con las lógicas reservas, al euskera
en La Rioja prerromana, frente a anteriores teorías que
consideraban dicho espacio como totalmente celta y, asimismo,
apuntando la más que probable continuidad de esta presencia
hasta los albores de la Edad Moderna.
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